Por lo menos 20 cucharas de más alista Aurora del Carmen Remolina cada mañana en su comedor, el mismo que compartirá durante todo el día con unos 189 niños de los asentamiento aledaños.
Aunque la condición es clara: deben llevar cuchara y plato para recibir el desayuno, leche y cereal, unos cuantos llegan sin estos utensilios.
Remolina les presta lasEstá ubicado desde hace seis años en el asentamiento Talento. cucharas y les sirve en vasos desechables para no devolverlos a la casa con el estómago vacío.
“Hay niños que llegan enjuagados en sudor, porque vienen desde el cerro y les toca caminar como media hora, pero a pesar del sol y la distancia nunca fallan”, explica mientras atiende a los niños.
Remolina no pone el desayuno, los alimentos llegan hasta su casa por gestión de la comunidad Salesiana ante el Banco Diocesano de Alimentos. Ella simplemente presta el servicio de comedor y el de manipuladora de alimentos voluntariamente.
La labor de esta villacarense que se instaló en el asentamiento Talento hace 6 años se inicia a las 6:30 a.m. cuando sus primeros comensales tocan la puerta. Unos 10 niños provenientes de este mismo sector llegan por su porción diaria. El resto del día sigue atendiendo a los pequeños que van llegando en pequeños grupos.
Una de las reglas para recibir el beneficio del desayuno es comérselo en este mismo lugar, por lo que los niños se acomodan en las pocas sillas que Remolina tiene en su rancho. Los demás se sientan en el suelo a cucharear.
Pasada media hora, los niños se levantan, entregan los trastes y se despiden con un gracias y una enorme sonrisa.
Antes de que se vayan, la anfitriona les toma lista y los mide y pesa. Una vez a la semana debe llevar el control de su peso y talla.
“Camilo está como pasadito de peso”, le dice a una de las madres al hacer los cálculos del índice de masa corporal.
La tarea de repartir y dividir porciones se extiende hasta las 7 p.m., cuando el último de los comensales llega con un plato en la mano.
“Acá no puedo cerrar en todo el día. A mediodía llegan niños a pedir su ración, porque no tienen qué almorzar; igual pasa en la noche”, explica Remolina.
Cuando tiene que ausentarse de su casa, sus hijos Carlos y Xilena quedan al mando y hacen las correspondientes anotaciones.
Al día gasta 25 litros de leche y 32 cajas de cereales. Las provisiones se las llevan periódicamente del Centro Juvenil Don Bosco, donde desayunan otros 200 niños.
El domingo es su único día de descanso, y cada fin de semana debe poner un letrero en el frente de su casa, donde les avisa a los niños que no hay desayuno, pues este día es cuando más madrugan a tocarle la puerta.
*La Opinión
