Julieth Isabel Contreras Estupiñan, de 28 años, habitante de San Mateo, nunca esperó que la mitad de su cuerpo quedara paralizado, pero así sucedió. Cuando tenía 17 años sufrió un aneurisma cerebral y posterior a una operación a la que fue sometida, perdió la movilidad de su pierna y brazo derecho.
Pero los problemas de salud nunca la han hecho sentir incapaz; al contrario, fue todo un reto lograr graduarse como técnico en sistemas. Después de recibir su título, llegó una prueba más dura que su misma condición: encontrarse con que sus esfuerzos de superación chocaban con la realidad que ofrece la ciudad. En otras palabras, la inoperancia institucional.
“En Cúcuta no hay colegios públicos ni profesores para esta población, no hay transporte, los andenes son altísimos, no existe un subsidio. Y de la salud, ni hablar”, indicó la joven, quien dice que esos no son motivos para desistir.
Deisy necesita una silla de ruedas especial
Como Julieth, su vecina Deisy Yesenia Culma, de 23 años, quien padece de mielomeningocele -enfermedad que afectó su movilidad-, luchó desde niña por poder estudiar y luego de convertirse en productora multimedia, entró a la lista de desempleados, pero en su caso con una dificultad mayor: el problema físico, por el cual le cierran las puertas de las empresas en la cara.
“Es hora de que suceda un cambio, van años donde no pasa nada con esta población. ¿Qué pasará con las siguientes generaciones?, ¿será que todo va a seguir igual?, es triste”, dice Yesenia y además cuenta que está preocupada porque no tiene dinero para conseguir una silla de ruedas especial que le permita mover con facilidad sus brazos.
Sara solo hace mandados
Sara Camacho, de 55 años, tiene un problema mental y no puede mover su brazo derecho. Ella solo se ocupa de hacer mandados y cargar bultos, porque desde hace muchos años es subestimada su capacidad de trabajar. Vive con su madre de avanzada edad, su hermano esquizofrénico y su padre, quien yace postrado en una cama. Ella quiere trabajar para demostrar que “sí se puede progresar”, a pesar de la falta de apoyo de las entidades públicas. En su casa a veces no hay ni para comer.
Y hay muchas más
Como estas tres mujeres, otras 30 personas en condición de discapacidad, todas residentes del barrio San Mateo, han sufrido la falta de inclusión social. Aunque no se sienten inútiles, las empresas deciden descartarlas y de las entidades oficiales solo reciben “mercaditos y eso en el mejor de los casos”. También hay madres que no pueden trabajar porque sus hijos en condición de discapacidad no pueden quedar solos.
Nuevo Amanecer
Estas personas decidieron unirse para trabajar, estudiar y ayudarse y en ese propósito encontraron un ángel. Se trata de Froilana Gélvez Lizcano, quien conoce sus dificultades porque las vivió con su hija, una joven de 22 años que padece dos trastornos mentales, pero que, con su apoyo, aprendió a reparar celulares.
“Si mi hija pudo, ellos también, estamos empeñados en demostrar que no somos menos, pero necesitamos apoyo, no limosnas”, dice Gélvez.
Así nació, hace siete años, la asociación Nuevo Amanecer, donde Froilana les comparte a niños, jóvenes y ancianos un poco de su conocimiento en manualidades y luego les ayuda a vender.
Una buena amiga
Esta mujer, de 50 años, pequeña en tamaño pero grande en corazón y de mucho carácter, vende tintos en las calles y una vez a la semana les enseña a sus amigos a leer, a pintar y a hacer adornos. Todo eso pasa en un salón comunal abandonado, sin luz, sin agua, ni buenas mesas, en San Mateo.
Ahora tiene una idea para mejorar: quiere hacer y vender limpia pisos y jabones líquidos, pues sabe hacerlos porque es tecnóloga química. “Me faltan recursos, eso es lo triste, ojalá alguien nos ayudara, así sea una empresa o cualquier persona”.
Su fuerte personalidad le da el carácter para trabajar de forma incansable por la población en condición de discapacidad y dice que no le tiembla la voz para decirle la verdad a quienes les han cerrado las puertas. “La alcaldía no nos ha ayudado, hasta nos quitaron la entrada a la biblioteca del barrio donde nos reuníamos y ahora nos toca aquí, solo seis mercados nos dieron una vez”.
Un mensaje a los mandatarios
Por eso, al gobernador y al alcalde les envía un mensaje: “Gobernador: llevo días esperando una cita para pedirle que nos ayude, pero parece que el tema no le interesa”, dice con la voz entrecortada. “Alcalde: trabaje por una ciudad donde todos tengamos bienestar”.
Froilana dice que “pido ayuda pero a veces consigo pañales y mercados, no está mal, pero quisiéramos nuestra empresa, para demostrarle a la ciudad que somos productivos, como todos”.
Mientras eso pasa, seguirán luchando solos, reuniéndose en el viejo salón comunal, ayudándose con las tutelas, luchando con las Eps, sin transporte, sin recursos, pero con el sueño de ser empresarios.
Dato. Interesados en brindar ayuda a la fundación pueden contactar a Froilana al 3143766942.
Paola Tarazona/Q´hubo