Sobre mesas cubiertas de papel de periódico, niños en hilera gimen de dolor o aprietan los dientes. Es la "temporada de la circuncisión" en Filipinas, donde miles de ellos se someten a este rito ancestral de paso de la niñez a la vida adulta.
Filipinas posee uno de los índices de circuncisión más altos del mundo. Casi el 90% de los varones fue circuncidado por motivos no religiosos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta práctica suscita polémica en numerosos países donde sus detractores la equiparan al maltrato, pero en Filipinas suele aceptarse y a los hijos de familias pobres se les realiza de forma gratuita.
Los niños llegan al alba, a veces con sus padres, en abril o mayo. La espera es larga y el dolor, breve e intenso.
Muchos reciben anestesia local y antibióticos para prevenir una infección. El proceso, que consiste en quitar el prepucio, es doloroso.
"Grité durante toda la operación de lo mucho que me dolía", explicó a la AFP Vincent Arbon, de 11 años.
"Mi madre me ha dicho que había que circuncidarme para que crezca y me convierta en un hombre de verdad", añade Vladimir, uno de los 1.500 niños operados este día en una ciudad cercana a Manila.
"Es probablemente el criterio número uno de la virilidad", estima Joana Nobleza, que acompaña a su hijo de 11 años, Carlos. "Un niño tiene que estar circuncidado para que se le considere un hombre".
"Maltrato"
En todo el país, el gobierno y el personal médico transforman aulas, dispensarios o complejos deportivos en salas de operaciones improvisadas en las que los niños, a veces de apenas nueve años, cogen número y esperan turno.
Es tal la presión que en la lengua nacional, el tagalo, la palabra supot (no circuncidado) es un insulto y se usa para llamar a alguien cobarde.
Supot significa "cobarde porque no ha tenido el valor de soportar el dolor y de superar el miedo", afirma el profesor Romeo Lee, de la universidad de La Salle en Manila, quien ha investigado sobre esta tradición.
Se remonta a la llegada del islam al país en 1450, según el antropólogo Nestor Castro. Y aunque Filipinas se convirtió al cristianismo tras tres siglos como colonia española la práctica continuó como rito cultural.
Desde hace diez años esta práctica (frecuente en países musulmanes o judíos) suscita cierto debate por la creciente fuerza del movimiento anticircuncisión.
Sus detractores la consideran inútil desde el punto de vista médico y una violación de los derechos del niño porque se lleva a cabo a una edad en la que el menor no puede dar su consentimiento con pleno conocimiento de causa.
"Supongo que a los 18 o 19 años uno tiene la capacidad de informarse y de dar su acuerdo después de una reflexión meditada", apunta John Geisheker, portavoz de la oenegé estadounidense Doctors Opposing Circumcision.
"Pero es evidente que con ocho o diez años no es el caso... Es maltrato", estima.
En otros países, como Estados Unidos, la práctica de la circuncisión retrocede desde los años 1980.
"Rito de iniciación"
La OMS la recomienda en sus programas de lucha contra el sida en África porque se cree que reduce el riesgo de transmisión heterosexual del virus en las zonas de epidemia.
En Filipinas, la ablación del prepucio tiene un significado cultural, afirma el antropólogo Castro. "A un niño circuncidado no se le trata más como a crío, sino que se le otorgan responsabilidades más adaptadas a un adulto", explica.
Este "rito de iniciación suele realizarse de forma colectiva", añade.
La operación cuesta entre 40 y 240 dólares cuando se practica en el hospital, el equivalente a un mes de salario de un obrero en Manila.
Para las familias pobres el gobierno organiza sesiones colectivas gratuitas. La mayoría de ellas acuden y se sienten orgullosas.
"Pasar la prueba de la circuncisión me convierte en un adolescente en toda regla", afirma Erwin Cyrus Elecanal, tocándose el pene envuelto en una venda. "A partir de ahora seré una persona más madura y útil para mi familia".
“Grité de lo mucho que me dolía”, expresó un niño sobre esta polémica práctica.