La misión del subintendente Carlos Eduardo Méndez Mendoza, quien lideró la operación de acompañamiento a la comisión judicial atacada la tarde del martes en Tibú, se convirtió en sacar con vida a los sobrevivientes, en medio de un intercambio de disparos y del cerco tendido por hombres armados que buscaban rematarlos.
Los gritos de auxilio, la desesperación de los civiles heridos y el aturdimiento tras la explosión de la carga activada al paso de la caravana, generaron la reacción de los dieciséis policías que comanda Méndez, durante al menos veinte minutos.
“Ver a las personas que estuvieron con nosotros durante la mañana, tiradas en el piso, nos causó zozobra en medio del hostigamiento. Pero, con mis hombres tomamos posición, repelimos el ataque y también calmábamos a los heridos, mientras lográbamos sacarlos del lugar”, explicó el suboficial de la Policía de Norte de Santander, ayer cuando recibía atención médica.
La experiencia del Escuadrón Móvil de Carabineros y Antiterrorismo de la Policía permitió que las balas de las ametralladoras y los fusiles del grupo ilegal que cometió el mortal atentado, no causaran más daño a la comisión que retornaba al casco urbano de Tibú, luego de practicar una inspección ocular en las fincas La Pradera y Maribel, ubicadas en la vereda Socuavó.
Lea también Ofrecen $20 millones por autores de atentado en Tibú
Así quedó la buseta en que se desplazaba la comisión judicial a la vereda Socuavó.
“Fueron momentos de tensión, porque después de la explosión, empezó el sonido de los fusiles que nos disparaban detrás de los cultivos de palma que están en el sector. Nosotros respondimos con fuego nutrido y constante para salvaguardar a los civiles que sobrevivieron y al personal uniformado”, recordó Méndez.
Fe y amor por la labor
Aunque en el atentado murieron Shakip Gene Beltrán, secretario del Juzgado Promiscuo de Tibú, y el perito avaluador Héctor Rodríguez, la gallardía y experiencia del suboficial, natural de Durania, se concentró en ‘blindar’ a los demás ocupantes de la comisión.
“Puedo dar fe de mis hombres. Tengo que decir que en la situación que estemos podemos repeler cualquier hecho para salvar vidas”, dijo Méndez.
Confiesa que siente tranquilidad al saber que, aunque el ataque que sufrieron causa dolor en la población nortesantandereana, hay personas que pudieron sobrevivir y salir del lugar para recuperarse y continuar sus vidas.
El general Nicacio Martínez comandante del Ejército, visitó a los militares lesionados en el atentado.
“Vi a los civiles que estaban desesperados y también los observé salir del lugar vivos. Saber que ellos están mejor, hace que uno sienta un respiro y una tranquilidad en el corazón. La invitación es que sigamos adelante, no hay que desistir”, dijo.
Méndez considera que un grupo de al menos quince agresores se encargó de cometer el hecho que dejó a 11 personas, entre heridas y lesionadas (de estas tres soldados y tres policías).
“La vía tiene algunos baches y tal vez por eso aprovecharon para ponernos el explosivo”, aseguró.
Reclamo de tierras
Sildana Pérez, sobrina de Mario Peña Vargas, propietario del predio objeto de la inspección ocular, aseguró que su familia adelanta un proceso judicial en los últimos siete años, por el reclamo de al menos 96 hectáreas de dos fincas que fueron invadidas después de que sus seres queridos fueron desplazados por el conflicto armado que se vive en esta región.
La mujer aseguró que su familia no ha recibido amenazas. Sin embargo, no descartó que el atentado sea producto de una retaliación por el reclamo de sus tierras.
“Esas fincas han pasado de venta en venta por invasores y tienen una gigantesca siembra de palma”, dijo.
Según se conoció, a Peña Vargas probablemente le tendrán que amputar el brazo izquierdo, mientras continúan las complicaciones en los riñones, tras la explosión.
Murió sin ser trasladado
Shakip Gene Beltrán y Héctor Rodríguez Díaz.
Jorge Yamid Gene Ardila, papá de Shakip, dijo que la muerte de su hijo es una pérdida irreparable.
Shakip Gene, de 35 años, era abogado de la Universidad de Santander, con especialización en derecho constitucional de la Universidad Libre. Su proyecto era mantener el hogar que compartía con Julieth Cáceres y su hija de dos años. Soñó con ser juez de la República.
“Lo recuerdo como un gran deportista, que vivía de sus ejercicios, de su bicicleta, del gimnasio, un buen hijo, buen padre y excelente hermano. Para nosotros es muy triste todo esto”, señaló el desconsolado padre.
Gene llevaba cuatro años trabajando en el Juzgado Promiscuo Municipal de Tibú, pero siempre estuvo detrás de un traslado, porque sabía que en la zona había mucha inseguridad y zozobra. Por esa razón, quería venir a Cúcuta, pero nunca ocurrió “no hubo esa ayuda”, confesó su papá.
Shakip se presentó a un concurso para ser juez, buscando su traslado a la capital nortesantandereana.
El perito, la otra víctima
Los hijos de Héctor Rodríguez Díaz, de 74 años, lo describieron como un esposo, padre y abuelo amoroso, abogado, médico veterinario y perito avaluador de la Lonja de Propiedad Raíz de Norte de Santander y Arauca. Nació en Ibagué, pero vivía en Cúcuta, donde formó una familia con Beatriz Zabala Aguilar, con quien estuvo casado por 45 años.