Desde el pasado 7 de noviembre, un sector de Cúcuta se estremeció al conocer la noticia de la captura del representante legal de la empresa de seguridad privada Eagle American; pero también, desde ese día dos familias de la ciudadela La Libertad viven un calvario, por cuenta de una propuesta aberrante que les hicieron a dos niñas, de 12 y 14 años, para vender sus virginidades.
A partir de ese jueves, papás, hermanos y pequeñas no pueden dormir tranquilos, pues quien es señalado de estar detrás de la proposición resultó ser el empresario de la vigilancia en Cúcuta, Julio César Casas Pacheco, a quien unidades de Infancia y Adolescencia de la Policía Metropolitana (Mecuc) detuvieron cuando llegaba con las menores a un motel del sector La Floresta, en Los Patios, según información entregada por las autoridades.
Sentados en la oficina del abogado que los representa en este proceso penal, la mamá, el hermano y una de las pequeñas que iba a vender su virginidad, le narraron a La Opinión cómo inició esta historia y todo lo que han tenido que vivir tras la captura del empresario.
Marcela* tiene 14 años y como casi todas las niñas a esa edad, es rebelde; su mirada, sin embargo, deja entrever que aún no ha perdido del todo la inocencia. Jura que jamás había visto a Julio Casas Pacheco y que solo lo conoció ese día de noviembre, cuando iba a venderle su virginidad tras dejarse convencer por una joven que la contactó para ese ‘negocio’, por el que le ofreció $10 millones.
“Ella (la intermediaria) me dijo muchas cosas. Me dijo que con eso (dinero) podía ir al gimnasio, a piscina, al Ventura, pero como mi mamá nunca me ha dejado salir así, ella me dijo que pedía permiso por mí y que me llevaba para todos esos sitios, pero obvio que yo pagara todo”, manifestó la menor.
En el momento de su captura, Julio Casas cargaba consigo un arma, dieciséis millones de pesos en efectivo y viajaba en una camioneta de alta gama. Los policías le incautaron su celular para analizarlo.
Una novela que parece no tener fin
Fue precisamente el ofrecimiento de ese dinero lo que llevó a que su mamá se diera cuenta de lo que estaba pasando. Semanas antes del escándalo, Marcela empezó a preguntar con insistencia a sus papás qué se podía hacer con $10 millones.
A raíz de eso, Yolanda* se sentó a hablar con su hija y ella le confesó que una amiga le había ofrecido ese dinero a cambio de vender su virginidad. La mujer al escuchar eso, se estremeció de dolor y rabia.
“Yo le dije que eso era una gran mentira y me dio mucha rabia. Es más, cuando mi marido escuchó a la niña preguntar sobre qué podía hacer con 10 millones de pesos, me dijo que por qué ella preguntaba eso una y otra vez, fue ahí donde yo le conté a él que una amiga le había dicho que otra pelada estaba comprando virginidades”, aseguró Yolanda*.
Añadió: “mi marido de inmediato se llenó de rabia y dijo que cómo así, que qué le estaba pasando. Me fui a hablar con la niña y le pregunté si ella quería vender su virginidad y me contestó que no, que eso le daba susto. Que a ella le causó curiosidad saber que si ayudaba a buscar otras niñas que hicieran eso, le iban a pagar”.
La amiga que contactó a Marcela* le aseguró que el dinero se lo daban de una vez, y eso le quedó sonando tanto que, a pesar de las advertencias de sus padres, decidió seguir averiguando hasta ponerse en contacto con una menor de 16 años, Jessica*, quien sería la que buscaba a las jovencitas para negociar su virginidad.
“Yo le escribí por Facebook y ella me contó que se había peleado con mi amiga porque no le quería decir cómo aparecía yo en esa red. De ahí comenzamos a hablar y ella me preguntó que cuántos años tenía, que si mis papás sabían que yo hablaba con ella, y le dije que no”, contó Marcela.
Desde ese momento, el contacto entre Jessica y Marcela fue directo, sin intermediarios. Esta siguió insitiéndole que buscara amigas vírgenes y así se ganaría buen dinero. Marcela* en su inquietud por semejante propuesta, le contó todo a otra amiga de 12 años que se interesó, pues quería el dinero para regalárselo a un tío que está en la cárcel.
“Yo llamé a Jessica y ella me dijo que sí, que citara a mi amiga para el lunes 4 de noviembre, pero ese día fui hasta la casa y ella no quiso salir; le escribí a Jessica y le conté y me dijo que yo no era seria y que dejáramos así”, manifestó la menor.
Al otro día, Marcela* se contactó con su amiga y le pidió una explicación, pero ella le indicó que la mamá no la dejó salir. Entonces Marcela volvió a comunicarse con Jessica logrando que les volviera a dar otra cita.
Cuando se encontraron, “Jessica me dijo que a mi amiga le iban a dar 800 mil pesos, pero sobre lo mío no dijo nada”.
En este punto, frente a la urbanización Juana Paula, Julio César Casas recogió a las menores en su camioneta.
La reacción de la madre
Cuando Yolanda escuchó de boca de su propia hija que le estaban ofreciendo dinero por su virginidad, de inmediato pensó cómo evitar que eso sucediera y le propuso a su esposo ir al CAI de La Libertad a poner una denuncia. “Cuando llegamos allá y le contamos a un policía, él nos dijo que no podía hacer nada porque nosotros no teníamos pruebas de nada, entonces nos mandó a justicia y paz a exponer el caso’.
Aunque la pareja no quedó convencida con lo que escuchó, decidió ir hasta la Casa de Justicia de La Libertad y allá un vigilante les indicó que ahí no recibían esas denuncias, que era mejor que fueran al Caivas (Centro de Atención Integral a Víctimas de Abuso y Violencia Sexual), en el Palacio de Justicia.
“Como mi marido tenía que trabajar, me dejó en el Palacio de Justicia y ahí un vigilante me indicó que entrara al Caivas; allá me atendió bien uno de los investigadores, al que le conté lo que estaba pasando”, señaló la angustiada madre.
Agregó: “yo le conté que una amiguita de mi hija estaba buscando niñas vírgenes para venderlas. Él me preguntó que cómo me había enterado y le dije que por el celular y el messenger que ella se estaba hablando con mi hija. El policía me escuchó y me dijo que quedáramos en contacto, que le diera mi número y que si encontraba un mensaje por Facebook o por WhatsApp, se los enviara”.
Aunque la mujer salió del Caivas poco convencida de lo que le había dicho el investigador, porque nunca hubo ningún formalismo, decidió volver a comunicarse con el funcionario para decirle que ya le tenía el número celular de Jessica.
Después de varios días, Yolanda* se volvió a contactar con el policía para saber qué había pasado con la información que le entregó, pero la única respuesta que recibió fue que él ya había enviado eso a Bogotá y que la Simcard del número de Jessica era callejera.
Ella, preocupada, le repitió al investigador si de verdad iba a hacer algo por su hija; en ese momento el funcionario le pidió que le ayudara a conseguir información para poder llegar a las personas que ofrecían el dinero a cambio de la virginidad de las menores.
La angustiada madre aceptó y poco a poco les fue entregando a las autoridades todas las conversaciones de su hija con Jessica.
El encuentro
Pero cuando Yolanda* menos lo esperaba, su hija y la amiga menor de 12 años concertaron la cita con Jessica para ir a encontrarse con el hombre que pagaría por ellas. Eso fue la tarde del jueves 7 de noviembre. La mujer recordó que estaba durmiendo cuando sintió que abrieron la puerta del clóset. Al ver qué estaba pasando, vio a Marcela parada al frente, sacando ropa.
“La vi sacando una camisa que le tenemos prohibido ponerse, que solo le tapa el pecho. Me dijo que era para prestársela a una amiga, y le dije que no me gustaba que prestara la ropa”, recordó la madre.
Pese a eso, la mujer sintió una corazonada y fue a mirar dónde estaba la blusa y no la encontró, por lo que se fue a buscar a su pequeña y la encontró en el baño cambiándose. “Yo de inmediato le dije: ¿usted para dónde va? y ella me respondió que se iba a encontrar con su amiga y Jessica”, sostuvo Yolanda*.
Marcela pretendía salir sin que su mamá se diera cuenta porque Jessica les garantizó que no les pasaría nada y que recibirían el dinero sin ningún problema.
Esa misma tarde, Marcela había citado a su amiga de 12 años, para ir juntas al encuentro con Jessica. Sin embargo, hubo un inconveniente: el acuerdo de Jessica con el cliente solo incluía una menor. “Cuando me dijo que solo podía llevar a una, le dije que yo no podía devolver a mi amiga para la casa. Jessica me dijo que iba a escribirle al man a ver qué decía”.
Según la menor, Jessica hizo la consulta y el hombre que pagaría por ellas le preguntó si estaban dispuestas a hacer un trío.
La niña asustada decidió preguntarle a su mamá qué era un trío, pero como ya le habían dado aviso a la Policía de lo que estaba pasando, la mujer le indicó a su hija que dijera que sí y siguiera la cuerda. “Entonces yo le dije que sí, pero nosotros somos unas niñas, qué íbamos a saber de eso”.
Una vez terminaron la conversación, las niñas víctimas cuadraron el lugar de encuentro con Jessica para ir a buscar al supuesto cliente. “Viendo eso, de inmediato llamé al policía y le dije: ‘vea mano, usted sí me va a ayudar o no, mire que ya se van a ir a encontrar con esa vieja y luego con el tipo; ella va a llevar a una amiga’. El policía me pidió que las demorara un poquito porque iba a organizar el operativo, además me pidió que le mandara todo lo que le habían escrito”, indicó Yolanda.
Después de varios minutos, el investigador y otros policías llegaron hasta el sector donde vive esta familia y organizaron el operativo. Pidieron que Marcela y su amiga siguieran hablando con Jessica para cuadrar el sitio donde se encontrarían con el supuesto cliente, pues la idea principal era capturarlo para evitar que otras menores siguieran siendo perjudicadas.
El trayecto que recorrieron las dos menores en un taxi para encontrarse con Jessica fue largo. Pasaron por el ‘parque de los aburridos’ y luego fueron a una escuelita en Vallesther. Mientras tanto, Yolanda, madre de una de las menores y varios policías, las seguían de cerca en un carro particular.
Cuando finalmente Marcela y su amiga se encontraron con Jessica, las siguieron en el taxi hasta el parque del agua en San Rafael.
“Cuánto nos van a dar”, preguntó la menor de 12 años a Jessica, quien respondió: “por usted están pagando 800 (mil pesos), y por ella (Marcela) están pagando más, porque fue la que más le gustó al man”.
Ante esa respuesta, Marcela se asustó aún más y pensó en devolverse, pero como sabía que los policías y su mamá las estaban siguiendo, eso le dio fuerzas para seguir adelante.
Sin perder el objetivo del plan, las dos infantes y Jessica siguieron el recorrido. Detrás de ellas siempre iban siguiéndolas tres vehículos con varios policías. Y como Marcela confiaba en que nada malo les iba a pasar, también ayudó a los investigadores sacando una de sus manos, indicándoles que ahí iban, así evitó que las perdieran de vista.
Julio César Casas Pacheco permanece detenido en la cárcel de Cúcuta, a la espera de que avance el juicio en su contra.
Una cita fallida
Diez minutos más tarde, aproximadamente, las tres menores de edad llegaron en el taxi hasta el frente de la urbanización Juana Paula, por la vía principal de Los Patios; ahí le pidieron al chofer que parara. Los uniformados, al ver eso, decidieron estacionarse unos metros más adelante a esperar.
No habían transcurrido cinco minutos, cuando una camioneta Toyota Runner, de color blanco y placas colombianas, también se estacionó cerca. Ellas de inmediato se bajaron y se subieron a ese automotor. “Ese señor nos abrió la puerta de adelante y nos dijo ‘móntense’, entonces yo me quedé callada y me volteé a mirar a la pelada y le dije que nosotras no nos montábamos adelante, que era mejor atrás; ella me dijo que sí, que nos subiéramos atrás”. Así fue como la niña narró esos momentos angustiantes, pero que esperaba terminaran pronto porque sabía que más adelante estaba su mamá y los policías esperando para evitar que algo malo les pasara.
Añadió: “luego de subirnos, arrancamos y giramos a mano derecha; ahí Jessica nos dijo: ‘agáchense y no se vayan a parar porque las agarro a pata’. Ahí fue cuando donde yo me le reboté y le dije que por qué nos iba a pegar si no estábamos haciendo nada malo, y que si nos queríamos parar, cuál era el problema. Si no, que nos llevaran para la casa. Ahí fue donde el señor (Julio Casas) les dijo que nos tratara con delicadeza”.
Cuando les faltaba poco para llegar a la entrada de dos moteles que están en ese sector conocido como La Floresta, un vehículo le cerró el paso a la camioneta y otro carro atrás también se le atravesó para evitar que huyera. Los policías se bajaron y luego de identificarse obligaron al hombre que iba con las niñas a bajarse; minutos después las menores también fueron bajadas y subidas al automotor donde iba la mamá de una de ellas.
“Cuando yo vi todo eso me asusté, pues jamás pensé que eso fuera así; además, cuando a las niñas las subieron al carro donde yo estaba, llegaron llorando y muy asustadas”, señaló Yolanda*.
Los investigadores encontraron dentro de la camioneta donde se subieron las pequeñas una fuerte suma de dinero y un arma, además, cuando identificaron al conductor se dieron cuenta de que se trataba de Julio César Casas Pacheco, un empresario reconocido en Cúcuta.
Las autoridades de inmediato trasladaron a Julio Casas y a las dos niñas víctimas a la Fiscalía, mientras que Jessica fue llevada al Centro de Servicios Judiciales para Adolescentes (Cespa). Ese fue el comienzo de un segundo calvario para las familias de las dos menores implicadas en este caso de explotación sexual comercial con menor de 18 años –en concurso con- uso de menores de edad en comisión de delitos.
Luego de ese día ninguna de las familias ha podido volver a tener tranquilidad, por lo menos la de Yolanda* sostiene que desde entonces vienen siendo víctimas de amenazas por parte de varias personas, entre las que estaría un funcionario de la Alcaldía, que los buscó por intermedio de Familias en Acción.
Un montaje para extorsionarlo
Pese al testimonio de las dos niñas menores de edad y de las pruebas que los investigadores le entregaron a la Fiscalía, el hoy detenido Julio Casas Pacheco, por intermedio de su defensa, asegura que todo lo que le sucedió fue un montaje para extorsionarlo.
Además, el abogado defensor aseguró en la audiencia más reciente, ante un juez, que su cliente no iba para un motel con las niñas.
“Queremos que se haga justicia”
José Ernesto Jaimes Chía, director de la fundación Jaimes Chía y abogado de una de las víctimas, también se encuentra muy preocupado por este caso y aseguró que este proceso penal es delicado porque una de las partes es una figura pública.
“Este es un tema delicado porque hay mucha presión social y económica, pero acá prima el bienestar de mi cliente, quien llega a mis manos el 28 de noviembre porque soy el director de una fundación que ayuda a víctimas vulnerables de la ciudadela La Libertad. El proceso es de connotación local y nacional por el tipo de delito que es con menores de 12, 14 y 16 y el Estado es el garante de las víctimas y debe proteger sus derechos”, señaló el apoderado de una de las niñas.
Añadió: “acá lo que buscamos es que se cumpla la norma, que es decir la verdad, que se haga justicia y que haya una reparación. No importa que sea el señor Julio u otra persona, lo que se busca es que otras niñas a futuro no vayan a ser involucradas o compradas, como si el poder dominante o la economía prevalezca sobre los principios, la moral y los derechos de cada persona”.
*Nombres cambiados por ser menor de edad y por petición de la madre.