Hablar con Fabián Alberto Morantes Torres, ‘El Negro Fabián’, es hablar con un asesino. La forma en la que relata, con excesivo detalle y sin ningún atisbo de pudor, la mayoría de los homicidios que cometió, logra que la piel de quien lo escucha se erice y las entrañas se le revuelvan.
La historia de El Negro Fabián está cargada de violencia. A los 12 años le mataron a su papá, a quien conocían en Torcoroma y San Luis como El Chulo. Según sus propias palabras, su papá fue el fundador de una de las ‘ollas’ más viejas de la ciudad, la que funciona en el puente Jorge Gaitán Durán, “debajo de una imagen de la virgen que hay ahí, por donde siempre se hace un retén de la Policía”.
Sin su papá, la realidad en la que vivía se le impuso como una obligación. Decidió abandonar los estudios y con unas armas que este había dejado en la casa, continuar con el negocio de la ‘olla’, imponiéndose en la zona a punta de bala.
Su primer homicidio lo cometió a los 15 años en medio de un atraco a una buseta. Aunque no recuerda el nombre de la víctima, sabe que era un uniformado de la Sijín. Después de matarlo, le robó la pistola de dotación. Era una 9 milímetros que conservó como un trofeo.
Sin embargo, la historia que con más fascinación cuenta Fabián Alberto, es la que lo sitúa junto a uno de los personajes más oscuros en la historia criminal de los últimos tiempos en la ciudad: Luis Pérez Mogollón, El Pulpo.
Su testimonio, obtenido desde la cárcel, donde purga una pena de 38 años y 4 meses por homicidio, se convierte en el primero en señalar abiertamente a Pérez Mogollón como narcotraficante y responsable de muchos de los 50 homicidios que El Negro Fabián dice haber cometido cuando impuso el terror en las calles de Cúcuta.
¿Cuántas veces ha estado en prisión?
Dos veces con esta. La primera vez que caí preso fue en el 2005, por hurto calificado y agravado, porte ilegal de armas y concierto para delinquir. La segunda fue el 25 de enero de 2010, por orden judicial. Esa vez me capturaron por el homicidio de Jhon Edison Luna Rozo. Por esa muerte fue que me condenaron a 38 años.
Cuando salió de prisión la primera vez, ¿qué hizo?
Salí en el 2008 y me fui a recuperar la ‘olla’ de mi papá. Empecé un ‘plan pistola’ contra todos los que se habían adueñado de ella. Me patrocinó el Tío Luis, El Pulpo. Él me dio como 7 pistolas y 4 fusiles. Me dijo que me ayudaba si yo le ayudaba a él a acabar con el ‘rey de la heroína’, un señor que se llamaba Rubén.
¿Y le ayudó?
¡Claro! Yo maté a varios manes que le trabajaban a Rubén. Pero él me quitó lo que más quería, a mi mujer. Ellos me la mataron y me la dejaron en una bolsa; se llamaba María Katherine Bayona Peñaranda. La asesinaron el 26 de noviembre de 2009.
La guerra de El Pulpo con Rubén, ¿por qué era?
Supongo que por plata y territorio. Yo no preguntaba nada de eso. Sin embargo, a Tío Luis no le gustaba que la gente usara heroína. Decía que donde viera a un man vendiendo de eso, le diera. Cada rato decía que los niños no tenían por qué ver a un tipo con una jeringa colgando del brazo. Incluso los que compraban en sus ‘ollas’ tenían prohibido consumir cerca. Tenían que irse a fumar lejos.
¿Qué otros trabajos hizo usted para El Pulpo?
Le recuperé la ‘olla’ del Parque Nacional. Esa se la quité a Los Rastrojos. Él me pagó dos meses en un hotel del centro, desde donde veía todo el movimiento de los jíbaros de ellos. Controlaban desde ese parque hasta la Terminal de Transportes. Me tocó darme duro con El Choro (Juan Carlos Lizcano Camargo, comandante de Los Rastrojos). A él le ayudaba mucho la Policía. Yo vi cuando llegaban los del Goes (Grupo de Operaciones Especiales de la Policía) y los de la Sijín a cobrarle la vacuna por dejarlo trabajar en la zona.
¿Solo esa?
No, también la de la 36 de Bellavista. Esa es la ‘olla’ que más plata dejaba cuando yo estaba en la calle. Esa se la recuperé a Tío Luis después de matar a Fardy (Fardy Fernando Rojas, asesinado el domingo 10 de mayo de 2009). A él lo maté junto a su mujer (Karol Rocío Almeida) en la casa de ellos en La Unión.
Además de El Pulpo, ¿para quién más trabajó?
Siempre trabajé para la mafia. No fui ni paraco ni bacrim. A otro que le trabajé fue a un socio de El Pulpo, uno que le dicen ‘Bicicleto’ allá en San Luis. Ese me hizo matar bastante gente por la Terminal de Transportes y al final no me salió con nada, me quedó debiendo plata.
Usted dice que manejaba una ‘olla’ que heredó de su papá. ¿De dónde sacaba la droga?
A mí me la daba El Pulpo. La recogíamos en Puerto Santander.
¿No los requisaban en la carretera?
No, nada. Los retenes que había en la vía estaban comprados. Nosotros pasábamos como si nada por ahí. Don Luis (El Pulpo) se encargaba de todo eso para que no nos jodieran.
¿Dónde guardaban esa droga?
En un negocio de ‘Bicicleto’. Bajábamos del Puerto con 50, 60 kilos de coca y base y los dejábamos ahí. Un día, acabábamos de dejar lo que había traído y nos cayó un allanamiento. Ese día perdieron ‘Bicicleto’, ‘El Mocho Yair’ y ‘Tonto Miao’.
¿Cuántas ‘ollas’ surtía usted con esa droga?
Además de la mía, debía surtir 33 ‘ollas’ de Tío Luis. En cada una dejaba un kilo de marihuana, uno de coca y basuco, que era lo que más se vendía. Los ‘bichos’ (así llama al basuco) son los que sostienen las ‘ollas’, es lo que más deja plata en el negocio.
El Pulpo era una persona muy poderosa en la ciudad, ¿tenía alianzas con otros grupos para que no le hicieran nada?
Lo que sé es que él les pagaba a todos. Al que llegaba a pedirle le daba. Pero también les quitaba. Un día Los Rastrojos le pidieron 100 millones y él se los dio. Más tarde, ese mismo día, me dijo que le recuperara esa plata como fuera. Y así lo hice.
¿Cómo lo logró?
Él tenía analizado el recorrido que hacía un carro de Los Rastrojos recogiendo la plata de las ‘ollas’ que manejaban ellos. Siempre salía a las 6 de la mañana y la escondían en bultos de reciclaje. Seguí a ese carro y en la vía a Urimaco le caí. Íbamos con chaquetas de la Sijín que Tío Luis nos consiguió. Al que iba manejando le dije que sabía que llevaba plata de droga, que la entregara. Eran 190 millones de pesos.
¿Y qué hizo con toda esa plata?
Se la llevé a Tío Luis. Ese día me dijo que agarrara 40 millones de pesos. Con eso me compré una casa.
¿Qué pasó con el que iba manejando?
Lo picamos; no podíamos dejarlo ir.
¿Quién cree usted que mató a El Pulpo?
Aquí en la cárcel está El Piojo sindicado de haberlo matado. Pero él no fue. A Tío Luis lo mandó a matar la misma mafia que trabajaba con él. Pero ese es un tema muy caliente.
¿Y quién se quedó con el negocio de él?
‘Concho’, pero ese no regala ni 100 pesos. Igual yo no le doy mente a eso. A mí la ‘olla’ del río me sigue dando para sobrevivir, para pagar las cuentas aquí los domingos, para comer en el ‘caspete’ (la tienda de la cárcel) y vestir bien.
Las personas que usted dice haber matado, ¿quedaron en los lugares donde los asesinó o algunos fueron llevados a otros sitios?
Algunos quedaban donde les daba, pero a otros los enterraba en unas fosas que tenía en El Escobal y La Parada. En el 2014, mientras estaba en la cárcel de Cómbita (Boyacá), yo dije que quería entregar esas fosas y me trajeron. Fui con el CTI a buscarlas pero ya el río había levantado todo eso por allá. Creo que solo encontraron unos restos.
Fabián, ¿usted sueña con todas esas personas a las que asesinó?
¡Dígame! No me dejan dormir. Aquí en la cárcel me he cortado los brazos del desespero, pero luego fumo marihuana y me relajo para no pensar en eso.
Finalmente, ¿qué piensa hacer cuando salga de la cárcel?
Ir a recuperar mi ‘olla’.
*Jhon Jairo Jácome | La Opinión
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