Mayerlín Vergara Pérez es una educadora colombiana que por más de 20 años se ha dedicado a trabajar por la defensa de la niñez en el país y a rescatar a niños, niñas y adolescentes explotados sexualmente y víctimas de trata, muchos de ellos migrantes y refugiados.
‘Maye’, como le llaman sus niños, ofreció una entrevista a La Opinión y Estoy en la Frontera, tras haber sido ganadora del Premio Nansen para los Refugiado, un reconocimiento humanitario otorgado por Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
¿Cómo recibe este reconocimiento y a quién se lo dedica?
Este es un reconocimiento que nos permite hablar sobre lo que está pasando con los niños y las niñas sobrevivientes del abuso, explotación sexual y la trata de personas, tanto colombianos como niños refugiados y migrantes. Se lo dedico a los héroes y heroínas de esta historia, que día tras día luchan en medio de todo el dolor profundo que tiene su alma y se levantan con nuevas fuerzas.
¿Cuál fue la historia que la motivó a trabajar por la niñez?
El trabajo por la niñez nació en mi corazón desde que yo estaba pequeña, desde que estaba como maestra a los 18 años cuando era maestra en Cali, en el distrito de Aguablanca. Allí estuve muy de cerca de los niños con todas las problemáticas sociales en este territorio.
En Cartagena empecé a ver otras escenas de menores consumiendo drogas y le pedí a Dios que algún día quería trabajar por los niños. Al año estaba en la Fundación Renacer y desde el primer día conectada con las vidas y las historias de estos niños y niñas.
¿Qué tan difícil y cuesta arriba ha sido su trabajo, y por qué en La Guajira?
En La Guajira hicimos una investigación, recorridos a toda hora, y lo que mis ojos vieron acá con la población refugiada y migrante, verlos en los parques, debajo de los puentes, debajo de los muelles, en la playa, incluso, dormían en el cementerio, ver el completo hacinamiento que viven estas personas, ver a una niña de 8 años durmiendo al lado de un señor que la abusaba todas las noches y la mamá al otro lado.
Escuchar esas historias, ver a las niñas siendo víctimas de explotación sexual, de trata de personas y que no existiera una respuesta acá en La Guajira y la única respuesta era la que nosotros pudiéramos dar con el Icbf fue lo que me hizo no devolverme a Cartagena y quedarme y emprender toda esta historia.
Desde abril de 2019 está el programa acá, y lo más duro que he vivido en la vida lo he vivido en La Guajira, porque las historias son muy duras.
¿Qué historia la marcó?
Todas estas historias me marcan la vida, pero por ejemplo el caso de niñas indígenas yukpa que son captadas en Venezuela y que aprovechándose de la ingenuidad y la inocencia de la niña la captan (recogen) y la trasladan hasta acá a Colombia y la encierran en una casa en donde la explotan sexualmente. Esas historias tan dolorosas; tener la oportunidad de llegar a la vida de la niña, porque fue a una cita médica, donde ella logró decir algo, no todo, pero la médica que la atendió logró ver que había algo más, y pudimos llegar a ella y a partir de allí se encuentra en el hogar.
¿Qué tan vulnerables son los niños migrantes y los refugiados?
A ellos se le suma el impacto de la migración. El hecho de estar fuera de su país ya es duro, y hay niños que se vienen solos, que migran solos, que pasan las trochas solos y todo lo que ocurre en las trochas: el maltrato, los abusos, las violaciones, y llegar acá a un territorio donde se sienten sin identidad, sin derecho, sin oportunidades y en un contexto que de alguna manera es facilitador de la explotación sexual.
El 27% de los niños que hemos atendido han recibido atención psiquiátrica y eso no nos había ocurrido en otros hogares en otros territorios, es decir, que no solo existe un impacto psicológico sino que hay unas afectaciones mentales más profundas que necesitan ayuda por parte de psiquiatría y medicación.
Además, si bien es cierto que el gobierno ha sacado resoluciones para el accesos a los derechos de los niños aún hay barreras y eso los hace más vulnerable.
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¿Cómo actúan estas redes?
Acá en La Guajira hemos observado una modalidad de tenerlas en casa de un pueblo, unas 10 niñas en un mismo espacio a donde llegan los explotadores sexuales y allí las drogan y las explotan sexualmente.
Pero también hemos tenido niñas que son víctimas de explotación sexual, que llegan con sus familias y no tienen donde dormir y que cualquier persona les brinda un techo y a cambio de eso explotan a la niña o a la adolescente.
Es un número de dinámicas de trata y explotación que hay que conocerlas para la intervención y prevención.
¿Qué tan duro es la recuperación?
Recuperar emocionalmente a una niña que ha vivido estas situaciones es muy duro y por eso uno de los momentos más difíciles vividos son los intentos suicidas, porque es tanto lo que han vivido y es cuando yo digo que ellas son las heroínas.
Es duro que una niña de 12 años te diga que no quiere vivir, que no quiere su cuerpo, que tenga rabia con el mundo.
¿Qué tan expuesto están los niños a este tipo de redes tomando en cuenta el uso y acceso a las tecnologías hoy día?
La explotación sexual ha venido migrando de un entorno físico al digital, y esto viene desde antes de la pandemia pero se ha profundizado con ella, porque como ahora los niños se la pasan más tiempo en el entorno digital, y aquí quiero hacer la salvedad que la internet es una herramienta maravillosa pero hay que tener cuidado.
Hoy día hay que ampliar las recomendaciones a los niños y decirles “no aceptes invitaciones en Facebook de personas que no conozcan, no envíe fotos, no suba fotos con poca ropa en redes, no se hagan fotos o videos en actividades sexuales”.
Los abusadores y explotadores están vinculados al entorno digital .
¿Qué está llevando a que los niños sean víctimas dentro de sus propios hogares?
El abuso sexual ocurre en un 99% dentro de los hogares, donde los abusadores generalmente son familiares, mientras que la explotación sexual ocurre en lugares más amplios, en el barrio, en el centro, en las plazas de mercado, en las terminales, en los sitios nocturnos, pero el explotador puede ser cualquiera.
Los explotadores sexuales no son enfermos mentales, son personas del común, son hombres en su gran mayoría comunes y corrientes, pero que eso habla mucho de lo que tenemos en nuestra sociedad y de cómo se ha naturalizado la explotación sexual, la compra de los cuerpos para satisfacción de otro.
Esto es uno de nuestros grandes retos y es desnaturalizar la explotación sexual, no es normal que un hombre compre el cuerpo de una niña o de una adulta.
¿Qué responsabilidad tiene la sociedad en este círculo vicioso?
La sociedad tiene que entender que cuando ven a la adolescente con los tacones, la falda corta, escote, maquillaje, en drogas o tomando alcohol entonces culpabilizan a la adolescente de la explotación sexual, pero desconocen la historia de dolor que ha tenido esa niña para llegar allí.
¿Existe una política efectiva del Estado colombiano en este sentido?
Yo creo que el país ha hecho grandes esfuerzos, está la política, hay normas, los comités en alguna ciudades están activos, habrán otras ciudades que no, pero Colombia es un referente a nivel de Latinoamérica con las mejores estrategias que hay para la prevención de explotación sexual en el contexto de viaje y turismo. Pero para esto nunca es suficiente y existen grandes retos.
Retos en la investigación judicial de la explotación sexual y la trata de personas, porque la investigación judicial requiere atención 24 horas porque son delitos que no son fáciles de identificar, que no son fáciles de probar y que requieren de equipos especializados las 24 horas del día y tal vez de la infraestructura que en las regiones no es suficiente.
Además, es un reto poder llegar a todos los niños que están siendo víctimas, estamos llegando a una cantidad muy pequeña, pero hay que salirlos a buscar.
Maye enfatiza la alta vulnerabilidad de los niños refugiados y migrantes en el país.