De pie mirando hacia la calle de entrada al puente fronterizo Francisco de Paula Santander, que permanece obstruida por militares, vecinos de la población venezolana de Ureña esperaron el martes por horas, sin éxito, pasar hacia la ciudad colombiana de Cúcuta.
Miles de personas en Ureña y la vecina San Antonio, con aproximadamente 100.000 habitantes en conjunto, dependen de cruzar a Colombia para poder trabajar, estudiar o comprar medicinas y productos básicos escasos en Venezuela.
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Colombia anunció que a la medianoche del martes reactivaría los pasos fronterizos que llevan de Cúcuta a Ureña y San Antonio, pero se desconocía si Venezuela haría lo propio.
A primera hora de la mañana, un pequeño grupo de niñas escolares sostenía un cartel con el mensaje: "Queremos estudiar. Déjenos pasar".
"La menor se preocupa mucho. 'Mami, quiero ir a estudiar; mami, tengo un examen' (…) ¿Qué hace uno?", dijo a la AFP Kelly Pinto, madre de dos niñas de ocho y diez años, mientras observaba la vía de acceso al puente Santander.
Un blindado militar llamado popularmente "murciélago", pues despliega a manera de alas muros de metal, trancaba la calle.
Kelly vive de comprar y vender productos entre uno y otro extremo del cruce. "No nos dicen si van a abrir la frontera, si no la van a abrir", se lamentó.
Los días previos fueron de caos, con violentos disturbios y bombas lacrimógenas y perdigones de goma disparados por efectivos de la Guardia Nacional. Un autobús quemado por manifestantes el sábado fue retirado del camino, aunque en el suelo, como cicatrices, aún queda gran cantidad de escombros.
Hay, ahora, tranquilidad, pero se abre paso la incertidumbre.
La situación fue similar en San Antonio, donde se ubica el principal cruce binacional: el puente Simón Bolívar, cerrado con barreras metálicas y bajo vigilancia militar.
"Esperando órdenes"
Los conflictos de días anteriores giraron alrededor del ingreso,bloqueado por el gobierno de Nicolás Maduro, de ayuda humanitaria gestionada por Juan Guaidó, jefe parlamentario reconocido como presidente encargado de Venezuela por medio centenar de países.
Guaidó había dicho que la ayuda pasaría, fuese como fuese, el sábado.
El martes, una delegación informal de vecinos se acercó en Ureña, poco a poco, a los militares que custodian el puente Santander para intentar, sin suerte, negociar el paso. Incluso se declaraban dispuestos a ayudar con el levantamiento de escombros.
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"Nos dijeron que están en proceso de apertura", pero "sin fecha, sin hora, sin nada", comentó a la AFP Gladys Celis, una de las personas que habló con los uniformados. Su esposo trabaja en Cúcuta, así como su hija mayor. Su hija menor estudia allá.
"Están esperando órdenes", subrayó.
El chavismo celebró como una victoria haber frenado el intento de pasar por la frontera cargamentos de alimentos e insumos médicos, en lo que Maduro denunció como un "show" para iniciar una invasión militar liderada por Estados Unidos.
Malos recuerdos
Desde el sábado, Venezuela mantiene un cierre de la frontera sur con Brasil, donde los disturbios se han saldado con cuatro muertos, y bloqueó los cuatro puentes de la frontera oeste con Colombia en el estado Táchira, colindante con el Departamento de Norte de Santander.
Al borde de la carretera entre Ureña y San Antonio, jóvenes ofrecían guía para cruzar la frontera por las "trochas", pasos ilegales. Cobraban, en pesos colombianos, el equivalente a unos cuatro dólares por persona.
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Ya, por orden de Maduro, la frontera con Colombia de 2.200 kilómetros, que incluye igualmente a los estados Zulia, Apure y Amazonas, estuvo cerrada durante varios meses entre 2015 y 2016.
El paso se fue reanudando entonces poco a poco, en principio, con permisos especiales por razones laborales o médicas.
Aquella medida, en reacción a un ataque armado contra una patrulla militar venezolana, tuvo fuerte impacto. Apenas 20% de la industria y el comercio sobrevivió en Ureña y San Antonio, según gremios regionales.