Las páginas del periódico y los espacios de tv no solo narran el vaivén de inmigrantes desde Venezuela hacia Cúcuta, sino que sumaron manos del país vecino que trajeron profesionalismo y experiencia.
Richard Quiñones y Mónica Vanegas, periodista y editora de Atn Televisión, respectivamente; Leonardo Oliveros, Keila Vílchez, y Alicia Pepe, redactores de La Opinión, llegaron a Cúcuta luego del cierre de frontera, y coinciden en repetir las palabras: libertad y gratitud, por lograr desempeñarse en el periodismo, que es lo que saben hacer.
Eso sí, el principio fue desde cero: conocer las fuentes, estudiar el lenguaje, las formas de escribir, y hacerse a la idea de que este es un mundo distinto, aunque esté a pocos pasos de su país.
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Hasta en el ámbito personal fue un reto, según Quiñones, quien llegó en 2016 y pasó de vivir con su familia entre San Antonio del Táchira, Ureña y Junín, a sentir el golpe de la soledad, cuando decidió dejar de cruzar el puente, rumbo a Ureña, para quedarse.
“Lo que no me tocó nunca: hacer compras solo, me toca ahora”, dice. “Son una serie de elementos cómicos, porque se atortola uno comprando mercado, pagando recibos...”
Vílchez dejó afectos, y su rostro sonriente se torna melancólico cuando recuerda a los suyos, en Maracaibo, porque aprendió a marcar una leve distancia con su espíritu familiar y “no perder mi norte, porque ellos dependen de mí”.
En Cúcuta vive con su hija, su hermana y su sobrina, que se desenvuelven en la nueva ciudad, con una adaptación favorable.
Oliveros se casó en Colombia y prevé formar un hogar, “hacer país”, seguir aportando a la región, y andar de la mano de su esposa, pieza clave en su proceso de adaptación a un terreno a veces hostil.
Pero no todos tenían a Colombia como opción. Pese a tener la nacionalidad colombiana, pues su madre es de Montería (Córdoba), Alicia Pepe tenía la vista fija en Chile, por una economía estable, y las opciones laborales.
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in embargo, su esposo estaba renuente y la sola palabra emigrar generó crisis, al punto de pensar en una separación.
“Recuerdo que estábamos comprando nuestra casa, y con la primera devaluación del dólar, que fue del 30 por ciento, el precio de la casa se disparó y en ese momento me dijo: Esto va a venir a peor. Vámonos”.
Lo único que sabía de Cúcuta para septiembre de 2015 era que había calor y era una ciudad pequeña, y cambió una redacción de más de 125 personas, a una de 33.
Vanegas se dice afortunada por hallar un buen equipo de trabajo tras 11 años laborando para la Televisora del Táchira y por mantener el vínculo con amigos, familia, y antiguos compañeros de trabajo que hoy la hacen reír, porque en esa intermitencia entre uno y otro lado de la frontera se volvió un revoltijo su forma de hablar.
“Mi dialecto es una mezcla”, dice. “No me queda ni el venezolano ni el colombiano, y hasta los amigos me dicen: ¿Cómo está hablando?”, en especial cuando llega a San Cristóbal a participar de algunos trabajos con sus exjefes y el Deportivo Táchira, el equipo que toma su tiempo los domingos.
“Digo cualquier cosa y me dicen: Nooo, usted está hablando hoy todo colombiano”, pero disfruta esa mezcla que da la vida en frontera, “porque todo es jocoso”, para sonreír, aprender y no desvincularse.
Se compara con quienes se marcharon lejos de Norte de Santander y la felicitan “por estar cerca de la familia, en Cúcuta, haciendo lo que te gusta, y no te alejaste de los tuyos”, a una línea imaginaria de distancia pero que entre un paso y otro marca una infinita lejanía.
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El oficio y las metas
Pepe se mueve en la farándula y sociales; Vílchez, en el área local; Oliveros, en la web; Quiñones se ocupa de judiciales y frontera, mientras Vanegas edita las noticias del canal; todos, en un entorno favorable, aunque con algunos desafíos por la contrariedad que implica ser inmigrante.
Oliveros, por ejemplo, hace un año transmitía en Facebook los disturbios por operaciones de la Polfa y la Dian, en el centro comercial Alejandría, cuando empezaron a atacarlo con comentarios ofensivos en la red social.
Personas como Erika Granja Herrera escribieron: “Ese periodista no tiene bos ni para bender morsilla”; Orlando Torres dijo: “Mira veneco vete para tu tierra no tenecesitamis aqui arregla tu pobre país”; Edwin Solano señaló: “Ush la opinion devia tener gente prodecional transmitiendo noticias gente de cucuta “NO MABURRISTAS “ HAY SI SE PELARON”, y aunque otros lo defendieron y prestaron atención al hecho noticioso, el episodio marcó al periodista y al medio.
Pero ser blanco de señalamientos no fue obstáculo, y aprendió a hacer un periodismo distinto al de sus orígenes, más neutral, con una nueva dinámica política que redujo esa motivación casi visceral y trabaja, como dicen en algunas redacciones, sin la camiseta puesta.
Para Quiñones, el tema judicial es sensible, porque debe contar historias de compatriotas que actúan mal, que vivían de un subsidio y no están acostumbrados a trabajar.
A la pregunta de cuántas personas capturaron, sigue: ¿Hay algún venezolano? Y que digan sí, “es terrible”.
“Están abriendo las puertas de un país tan rico y que vengan a desaprovechar esa oportunidad que no tienen otros, por no tener una tarjeta de movilidad fronteriza, o un pasaporte… Que esas personas vengan a hacer el mal, le pega a uno”.
Por eso piensa que la política migratoria debe ser más estricta y “si usted delinque acá, no debe poder regresar, porque muchos estamos trabajando por un futuro y cada venezolano que llega a trabajar, lo hace sin hacer daño a nadie”.
También duele ser víctimas de los suyos, como pasó hace meses cuando un amigo venezolano salió tarde del trabajo. “Le dije que le podíamos dar hospedaje, pero en el trayecto del hospital Erasmo Meoz a la avenida Libertadores lo robó otro venezolano”.
El día a día laboral también se transformó, y a Vanegas, antes coordinadora de prensa, producción, edición, postproducción, los conceptos de trabajo le cambiaron.
“Estaba acostumbrada a que un camarógrafo me llevara diferentes tomas sin exigirlas; en cambio aquí hay que dar punto por punto”, y recalca que acá pasa más tiempo en el trabajo, “hay más compromiso y responsabilidad”, que a veces la retrasan para llegar minutos antes del cierre del paso hacia Ureña, donde vive.
A Pepe se le ilumina el rostro al saber que hay papel, espacio y color suficientes para sus historias, a la vez que usa el impreso y la web sin competir por una publicación, dando espacio a las voces regionales que dan sentido de pertenencia al periódico “más allá del crédito del periodista”.
“Hay trabajo en equipo, unidad”, afirma Vílchez, quien resalta no solo la formación de los periodistas venezolanos sino su carácter humanitario, “muy valioso”, sobre todo “porque al final, uno está acá para la gente”, y tal vez por eso sueña con dictar clases, con marcar una pauta con la ética, que considera fundamental para dejar mensaje y formar periodistas con valores, respeto y solidaridad.
Pepe quiere establecer una fundación para orientar a los inmigrantes, legales e ilegales, y “ser una voz” para quienes aún no tienen a quién pedir ayuda, o “al menos alguien que diga: dale por aquí, que por aquí es el camino”.
La meta, al final, es seguir contando historias ajenas sin dejar la suya, muy propia, en una zona en la que, como dice Quiñones, “uno puede hacer lo suficiente para poder crecer”.
A la altura del reto
Para Estefanía Colmenares, subdirectora de La Opinión, la experiencia de contratar periodistas y personal venezolano en otras áreas, como ventas y diseño, fue acertado.
“Hemos visto que son personas con una experiencia profesional amplia”, y señala que Cúcuta es una plaza “un poco limitada” para conseguir personal con trayectoria, particularmente en medios impresos, “y ese ha sido el punto más fuerte de ellos”.
La mirada distinta y nueva que trajeron, y estar “a la altura del reto” se convirtió en una relación “gana-gana, porque han llegado de manera formal y legal, tienen todas las garantías, pero para nosotros es importante saber que les abrimos la puerta a personas que tienen cosas para mostrar y encontraron un espacio para hacerlo”.
Por ello, afirma que es momento de dejar de lado la idea de creer que emplear venezolanos es quitar oportunidades a los colombianos.
“Creo que hay empresarios que están buscando cierta calidad de profesionales, que acá la han estado buscando y no la han encontrado, y que pueden hallarla en las personas que vienen de allá, que tienen una experiencia grande”.