Aunque suene a años 80 no es tan viejo como parece. Roberto Antonio cumplirá 57 años el 30 de marzo. Lo que pasó fue que “empecé muy chamo”, advierte sin acento venezolano.
A Cúcuta regresó a promocionar su último álbum porque considera que esta ciudad fue la que le dio la oportunidad de su primer concierto internacional en 1989.
Desde hace tres años vive en Miami porque allá encontró a los mejores productores, los mismos que le trabajan a Marc Anthony.
Pero su esencia sigue viva. Su voz rasgada que interpretó, primero baladas, ahora matiza con reguetón, pop, salsa, bachata y merengue, por su puesto.
Surgir no le fue nada fácil. Recuerda que en los 80 no existían redes sociales y escasamente existían emisoras y pocos periódicos. Entonces para conquistar a una casa disquera había que ser un artista de calidad, fuera de lo común, porque la fila era inmensamente larga.
Después de salir de su natal Maracaibo, con apenas 18 años, a Caracas, se le midió a todo trabajo. Y fue vendiendo cursos de inglés cuando llegó a donde Renato Capriles, quien lo dejó tocar micrófono con la orquesta La Grande. Y en 1983 brilló con luz propia en Los Melódicos.
Siempre ha querido innovar. No parecerse a nadie y por eso cuando se independizó empezó a fusionar sonidos y de ahí que lo bautizaron el Rey del tecnomerengue. Aunque 30 años después confiesa que es un salsómano empedernido, pero había que hacerle al merengue porque fue lo que contagió a los jóvenes del 90.
Y esa mezcla la pone en práctica hasta para vestirse. Usa mocasines sin media, bluyín roto y desteñido con camisa ceñida al cuerpo y corte de cabello de futbolista.
Y es que resumir tres décadas de vida artística no es fácil. Mira lejos y sin casi respirar recita su trasegar y no escapa nombre de ciudades que ha visitado con sus conciertos. En Europa, Estados Unidos, Japón, México, Perú, Panamá, Colombia, han bailado y se han enamorado con su canciones porque advierte que se inspira en el alma cuando compone y no pierde el romanticismo aunque suenen sus canciones alegres. “Sacar sonrisas, hacer felices a las personas” es su objetivo. Y recalca que nunca hay que dejar de soñar.
Roberto Antonio soñaba con llenar teatros, con que el universo tarearara sus canciones, que se enamoraran, y por eso empezó con baladas. Pero más adelante descubrió que estaba equivocado. Y se quedó con el merengue aunque su voz se acopla a todos los géneros y en este álbum que tituló ‘Roberto Antonio diferente’ lo demuestra cantando, diez temas inéditos, a dúo con artistas de todos los géneros.
Ha recibido un sin número de premiso y reconocimientos como cuatro discos de oro, tres de platino, Mara de Oro, Premio Ronda, La Orquídea de Plata, pero asegura que su mejor premio es el cariño de la gente aunque suene a trillado.
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Considera sus canciones ‘himnos’ de los 80 y 90 y aún se escuchan en las emisoras. ¿Quién no ha bailado Noche de fantasía? o ‘Marejada’ o suspirado con ‘Ay, ay, ay, cariño’?
Ahora se da el lujo de promocionar por redes sociales y todas las plataformas digitales y permanecer activo en la música que es su motor, es su aliento.
En Cúcuta cumplió gira de medios y de aquí iba a Bucaramanga y Medellín, donde lo esperaban para hacer unos videos para luego retornar a Miami donde se radicó sin dejar de visitar como artista a su Venezuela del alma.
Roberto Antonio Rosales Arrieta espera regresar a Cúcuta para brindar un concierto como ese que dio por primera vez en 1989 cuando traspasó frontera y conquistó a colombianos y resto de latinoamérica con su música tecnomerengue.