Su timbre de voz es su sello. No se parece a la de nadie. Irrumpió en los coros de las iglesias y en las obras de teatro del colegio El Carmen Teresiano donde terminó su bachillerato.
Diana Ciliberti no sabe en qué momento descubrió que la música era su pasión, pero tiene la certeza que tenía ocho años cuando se arrodilló y le pidió a los ángeles que le permitieran cantar.
Ese don lo supo aprovechar en las misas en donde “me sabía todos los últimos hits de la homilía y a la hora de la fila para tomar la hostia estaba allí con las últimas novedades religiosas poniéndole mi toque blues a lo que fuera. Eso sí la cosa era que las cantaba a mi manera”.
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Luego intentó cantar en la banda de rock de los chicos. Le dieron la oportunidad dos veces “porque eso de ser chica y voz líder entre tantos machos no era muy aceptable”.
En realidad el primer reconocimiento vino de un concurso Nacional organizado por Sony Music y televisado por Caracol “donde entré a competir con una composición mía y gané el primer lugar”. De allí en adelante he hecho y recorrido muchos caminos en el ambiente musical.
Se impuso muchos retos. No sabe definir si por intuición o por “ese bendito impulso de salir una y otra vez de la zona de confort o por ese... si se puede aquí, porque no allá, y sobre todo por expandir la forma de ver mi propia vida”. Y desde hace tres años y medio vive en la que considera la bella Madrid.
En España asume su profesión de manera independiente porque también se ocupa de su vida familiar. Se considera una autónoma emprendedora de negocios.
Y califica esa dualidad “un trabajo muy dedicado y con muchos altibajos”. Ha tenido que enfrentar muchos francos “esto ha hecho que mi carrera esté llena de sorpresas. No es un tabú que la carrera artística en estos momentos es un reto que sólo los locos o valientes se atreven a tomar y la verdad no se sí yo pertenezco al primer grupo o al segundo”.
Todas sus canciones son sencillos. Cree que la época de los discos completos ya pasó a mejor vida. “Tengo un proyecto para este año de publicar un ep (acetato.)”.
Hasta hace muy poco tiempo se ha dado cuenta que sus canciones “son un libro abierto de mi vida. Que compongo y canto lo que no soy capaz de traducir hablando”. Considera que los artistas, (todos en general de todas las ramas,) debido a nuestra sensibilidad son canalizadores del sentir de la humanidad, “contamos lo que en realidad siente el colectivo mostrándolo de forma creativa, haciendo de espejo para vernos a nosotros mismos reflejados allí, algunas veces nos gusta y otras no tanto”.
Les dejamos una de sus canciones:
Sus temas los titula: ‘Del otro lado’, ‘Mi verdad’, ‘Volver a empezar’, ‘La ventana’, ‘Ojos de miel’, ‘Me rompiste el corazón’, ‘Sin verguenza’, entre otros.
Su voz la compara como el rostro. Cada uno es diferente y tiene su propio sello. Piensa que “no hay nada más personal que tu propia voz, si eres honesto contigo mismo por lo general va a sonar a nada más parecido que a ti. Eso no se consigue de la noche a la mañana, por lo menos para mí ha sido un largo recorrido interno”.
Ha estado en un par de lugares dando concierto, “unos con mucha gente, otros con poca gente, pero muy cálidos, otros apeñuscados como en familia y otros en gran escenario pero lejos del público, la verdad todos tienen su magia”. A estas alturas disfruta un concierto “con cinco personas en el centro de Madrid o de 500 en salas más grandes”.
Este año espera estar en tres festivales: en España, Portugal y Alemania. Y está a punto de sacar un proyecto musical, fruto de sus experiencias en Madrid. “Es un proyecto digital y acústico con músicos de todas partes del mundo, aprovechando este universo de culturas e influencias musicales”.
Hace un par de años que no viene a Cúcuta, su tierra natal, esa que le sabe “a puro cortado de leche de cabra, a pastel de garbanzos, a esos jugos que vienen con la ñapa que es una jarra completa”.
A esa ciudad fronteriza que le evoca cuando se hacía el doble mercado en Ureña y San Antonio. Cúcuta “me sabe a niñez y adolescencia, a lluvia con calor, a viento delicioso tocando la guitarra en las noches con mis amigos en los parques y cuanta fiesta nos invitaban (que no eran pocas) a risa, a verano que no termina, donde me divertí como nada, donde descubrí mis dones y mis capacidades como artista, empezando en el colegio (El Carmen Teresiano) aquella época escolar que giraba alrededor de ese teatro de cortinas de arena de terciopelo rojas, donde no había quien me bajara del escenario .Cúcuta tiene ese sabor a música y alegría”.
