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Martes, 30 Agosto 2016 - 3:41am

El tiempo es igual a la verdad: Gerardo Reyes Copello

Su trayectoria en el periodismo le da autoridad para hablar de investigación y de cómo marcar diferencia.

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En el mundo de la investigación y el periodismo una de las voces más influyentes es la de Gerardo Reyes Copello, cucuteño orgulloso de su tierra y que anoche compartió con decenas de paisanos en la Fiesta del Libro.

Su trayectoria en el periodismo le da autoridad para hablar de investigación y de cómo marcar diferencia en un oficio que ante todo es de imaginación. Él, sencillo y carismático, reveló detalles de su vida en la frontera y de cómo logró abrirse paso en el periodismo mundial.

Con su frase “El tiempo es igual a la verdad”, reveló una de sus estrategias. Gerardo considera que dedicarle tiempo a una investigación es clave y entre más tiempo tenga, más cerca se está de la verdad.Además, confesó que es un apasionado de la fotografía, de editar videos de sus viajes, de escuchar música, sobre todo la salsa.

¿Qué significa Cúcuta en su vida?

Recoge los mejores recuerdos de mi infancia, la relación con los abuelos en una casa grande buscando cosas perdidas, una vitrola vieja… todos esos recuerdos que van ingresando a la memoria.

¿Una anécdota de su infancia?

No era un niño muy travieso, pero un día empujé a mi hermana a una piscina con poca agua y traté de volar como ‘Superman’. Eso me costó una fractura en una pierna.

¿Su época escolar dónde transcurrió?

Estudié en el Calasanz con curas muy estrictos. Mi pasión era jugar fútbol en los recreos. Recuerdo que teníamos un profesor muy regañón y antipático que me hizo besar la bandera delante de todos por hablar en un acto. Eso influyó en mi idea del patriotismo, de no creer en esas lecciones. 

¿Cómo fue el salto de la provincia al interior del país?

Esa fue una decisión de papá. Un día dijo que Cúcuta no ofrecía más de lo que teníamos y nos fuimos a Bogotá, una ciudad aburridísima. Allá terminé de estudiar y empecé el pregrado en derecho, no con gusto, lo que me movía era el periodismo. No me gradué, me faltó presentar la tesis en la universidad Santo Tomás.

¿Cómo llega al periodismo?

Estudiando derecho uno leía muchísimo y le agradezco a mi papá el impulso porque el periodismo de investigación es ante todo un proceso probatorio y si uno tiene una suspicacia legal le va bien. Estudiando trabajaba con una fundación que le seguía los pasos a los congresistas e hicimos un trabajo en cifras para saber cuántos asistían, dejaban de ir a las sesiones, los proyectos de ley. El resultado se lo llevábamos a Daniel Samper y él lo convertía a un lenguaje periodístico.

¿Extraña la dupla con el también cucuteño Alberto Donadío?

Sí. Era más una tripleta con Daniel Samper. Hicimos un trabajo decente, fue el primer equipo de investigación en América Latina. Daniel llegó con la fiebre del Watergate y de poder repetir ese modelo en un periódico conservador como era El Tiempo.

¿De ahí da el gran santo al periodismo internacional?

Una vez conversando con Andrés Oppenheimer, que oficiaba como corresponsal de El Nuevo Herald (versión española de The Miami Herald), me dijo que estaban abriendo un periódico en español que quería acercarse más a la comunidad cubana de Miami, quienes veían al periódico como progresista y castrista. Fui como editor de locales, un puesto agobiante por llegar de editor de temas que uno no ha vivido en la calle y pedí ser reportero. Miami es un paraíso para el periodismo de investigación, todos los escándalos de corrupción en América Latina allí inician o terminan, por ahí pasan.

¿Estando en el exterior ha investigado en Cúcuta?

Estando como periodista en El Nuevo Herald vine a Cúcuta e hice dos historias que no les gustaron a los cucuteños porque mostraban como la ciudad estaba sitiada por la violencia, el narcotráfico, el paramilitarismo y el contrabando.

¿Investigando ha vivido historias de película?

Viví una novelesca siguiéndole los pasos a una narcotraficante, Elizabeth Montoya de Sarria. Ella estuvo en el escándalo de pagos de dinero del cartel de Cali al expresidente Ernesto Samper. En Colombia se sabía de la señora, pero no se habían establecido los antecedentes criminales y la conexión con Estados Unidos, no había pruebas. Logré conseguir la prueba y publicarla en El Nuevo Herald. Estaba en contacto con uno de sus ayudantes que pasaba datos porque la odiaba, ella había matado a su hermano mellizo confundiéndolo con él. El hombre se infiltró en la organización y se convirtió en la persona que le compraba la ropa y le cuidaba los apartamentos en Miami. Con la publicación ella le dio la orden de matarme y él me lo dijo, la respuesta fue que se lo dijera a las autoridades. Él se convirtió en informante de la DEA y ella luego fue asesinada.

¿Los escándalos destapados más recordados?

La biografía de Julio Mario Santo Domingo me llena de satisfacción. De la época en Colombia está cuando encontré la contabilidad de los pagos de los sobornos de Erickson a funcionarios públicos. En Estados Unidos recientemente publicamos la victoria política de Keiko Fujimori en Perú y una historia de cómo el gobierno implementó la operación ‘Rápido y furioso’ para enviar armas a México que terminaron en los carteles de la droga.

Lecciones y vivencias

¿Su experiencia le da autoridad para hablar de periodismo de investigación?

El periodista investigador debe salir con la idea de ser independiente, no se puede hacer cuando hay compromisos con empresas o tampoco pensar en hacerlo solo con personas que no están recomendadas. Lo demás es de perseverancia y de aprovechar las horas extras. No es un trabajo de ocho horas diarias, hay que quedarse en la noche en la redacción, los resultados a largo plazo se ven.

¿La entrevista más sufrida?

Fue con un médico al que le descubrimos que había cometido un error fatal en la operación de un cantante.

¿La más recordada?

Todas las entrevistas en periodismo de investigación son incómodas. Creo que fue con un sicario en la zona minera de Antioquia.

¿La más Placentera?

Una con un exnarco que se convirtió. 

¿La no hecha y anhela?

A la esposa de Donald Trump, Melania Trump.

Reconocimientos

¿Recibió con urgullo el premio del Círculo de Comunicadores y Periodistas de Norte de Santander?

Hice todos los esfuerzos por venir, me fui a Eslovenia a seguirle los pasos a Melania Trump, tiene muchas cosas por explicar. Todos los premios son francos y sinceros y sobre todo si son de la región.

¿Qué enseñanza le dejó el Premio Pulitzer en 1999?

No lo gané solo, fue un grupo del tamaño de un equipo de fútbol y jugué de defensa. El esfuerzo si se compara con cosas como las que pasan en Colombia puede ser intrascendental. Nos concentramos en demostrar que las elecciones de un alcalde estaban mediadas por la corrupción. En mi caso probé que muchas de las personas que votaron por él estaban condenadas y en Estados Unidos los condenados no votan.

¿Su mayor satisfacción a nivel personal?

Saber que de tanto repetir mensajes en conferencias hay frutos. Recuerdo que hace dos años estuve en la Universidad Javeriana y dije que los periodistas se dedicaban a denunciar la corrupción oficial, pero no la privada que rige nuestras vidas y tiene más influencia que un político local o nacional. Pasados dos años un periodista mexicano que participó en la charla me enseñó una investigación sobre cómo un empresario le construyó una mansión a la primera dama de México… todo un escándalo.

Eduardo Rozo Jaimes | eduardo.rozo@laopinion.com.co

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