“En nuestro colegio Juana Rangel de Cuéllar nos han silenciado el timbre”. Así inicia la carta que los estudiantes del grado 11-01 le hicieron al joven Jhon Jarrinson Rodríguez Castañeda, de 17 años, para darle el último adiós, luego de que dos sicarios acabaran con su vida, el pasado martes, cuando lo confundieran con su tío, el reportero Édgar Rodríguez Parada, conocido como Charles Castro.
“Se apagó el timbre de cada hora de clase, de cada ilusión, de cada sueño, de cada meta. Han silenciado el timbre de una juventud que es arrebatada por la injusticia”, agregaron los estudiantes que se reunieron en el salón, en medio de un silencio sepulcral, y posteriormente lo acompañaron hasta su casa en Ospina Pérez, donde fue velado.
El colegio Juana Rangel vio crecer a Rodríguez. Desde niño hacía parte de la institución y se había ganado el corazón de sus compañeros, profesores y personal administrativo. Él era el encargado de tocar el timbre para dar aviso de los descansos.
Gran hijo
Su padre, en medio de la tristeza, lo recordó como el gran hijo que era y todo el ‘mar’ de sueños que tenía por cumplir.
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“Era un niño casero. Dedicado a la casa y el colegio. Era amante de carros y motos, por eso era el encargado de guardarlos en el garaje. Fue ahí cuando estos antisociales lo confundieron con mi hermano y ocurrió la tragedia”, indicó Álvaro Rodríguez, padre.
Agregó que “el último momento que pasé a su lado fueron los minutos previos a que él entrara la camioneta. Yo estaba al frente de la casa, él vino, me dio un abrazo, saludó a un vecino y me dijo que le abriera el garaje; eso fue todo”.
Su pupitre, ubicado en primera fila del salón, está desolado, con un globo blanco y un letrero que dice “adiós, gordito”, como le decían de cariño sus compañeros. Aquellas ilusiones de presentar el Icfes y el grado se vieron truncadas por una equivocación.