A sus 85 años recuerda con orgullo esa hazaña que con tan solo 17 años quiso enfrentar: ir a morir en otro país en nombre de Colombia. La lucidez con la que conversa sobre su participación en la Guerra de Corea a veces se pierde tratando de traer al presente detalles de esa aventura que le duró 13 meses.
Él es Luis Alfonso Lizcano, uno de los 5.204 colombianos, cinco de ellos cucuteños, según sus cuentas, que desembarcaron el 16 de junio de 1951 en la costa de Pusan, Corea del Sur, como parte del Batallón Colombia N°1, comandado por el general Alberto Ruiz Novoa.
La escuadra militar fue conformada por orden del presidente Laureano Gómez para participar, tras la solicitud de apoyo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y dejó para el país, el único latinoamericano que se involucró, 143 muertos, 557 heridos, 71 desaparecidos y 30 capturados por tropas enemigas; de ellos, dos nunca volvieron.
“Me gustó el ejército y me fui”, señaló Luis Alfonso Lizcano al preguntársele por qué quiso enrolarse. Manifestó que estando en Bogotá, un coronel estadounidense llegó a la Escuela de Infantería y les preguntó quiénes querían ir a Corea.
“Del primer guamazo salimos como 45. Cuando llegó la hora de arrancar vino de nuevo el coronel y dijo: ‘salir al frente los soldados que van para Corea’, no salimos sino 25. Entonces yo les decía, agárrense a ver si se les cayeron las pelotas -testículos- o qué”.
Luis Alfonso Lizcano afirmó que decidió ir porque quería conocer esa parte del mundo, pero no imaginaba la clase de “bombón” que se iba a “comer por allá”. El 21 de mayo de 1951, a las 10:00 am, partieron del Puerto de Buenaventura a bordo del buque norteamericano Ayken Victory y arribaron a Surcorea el 19 de junio.
“El entrenamiento fue muy bravo, mes y ocho días en ese gallo... una cosa es hablar y otra es estar allá. Ver caer al compañero en un charco de sangre se le sube a uno la sangre desde las patas a la cabeza y se pone uno más pilas. No es un juego exponer la vida por allá para que se la quiten”.
El veterano de la Guerra de Corea no recibió ni recibe ningún beneficio por haber expuesto su vida.
Unas de las cosas que más recuerda Lizcano, quien ostenta el cargo de presidente de la Asociación de Veteranos de la Guerra de Corea en Norte de Santander desde hace 20 años, es el tipo de alimentación que recibía, la cual catalogó como “sumamente buena”.
Todo era enlatado y cuando no podían ingerir comida por los constantes combates, entonces les daban unas pastillas con nutrientes que sabían “como a chocolate…café…una vaina así”, resaltó.
Recordó además que lucharon al lado de los etíopes, “unos negros, como costeños, pero parece que comieran alambre porque son flacos. Los chinos les tenían miedo porque decían que los etíopes eran caníbales”.
Lizcano dejó su labor como radio operador para convertirse en fusilero, le llamaba la atención estar al frente del combate. Su experiencia en la guerra la trae a colación cada vez que está enfrente del televisor viendo una película sobre esta materia. ‘Regaña’ a los actores cuando en medio de la trama hacen algo que, a su juicio, es erróneo.
“En algunas –cintas- hay mucha fantasía, a veces estoy en casa con la hija y me ve solo hablando frente al televisor”, sostuvo.
Subrayó que otra de las experiencias vividas fue la de transitar por uno de los túneles creados por los coreanos, quienes son unos “artistas para la guerra…son unos topos…”.
“Nos metimos con el sargento Gómez, recuerdo tanto, para ver qué había. Si usted no sabe moverse se pierde. Al sargento tuvimos que sacarlo desmayado de ahí por el poco oxígeno que se respiraba…casi se nos va”, señaló Lizcano, quien regresó a Colombia en el tercer relevo y pasó a la vida civil tras 25 meses en el Ejército.
¿Si fuera joven volvería a la guerra?
No, no iría a ninguna guerra.
¿Se arrepiente, entonces, de haber participado en ese conflicto internacional?
No me arrepiento, porque conocí… conocí armamento que no había aquí.
¿Qué hizo al dejar el Ejército?
Me ofrecieron trabajo como instructor con el grado de cabo primero y los ascensos de ley en una guarnición en Venezuela, pero no quise. Allá me daban casa y otros beneficios, pero preferí Colombia porque ya vivía aquí.
¿Recibió incentivos económicos por ser veterano?
No. El gobierno se portó y se ha portado divinamente mal. Yo bregué a tener el seguro social, gracias a que trabajé con Norgas. Me salí, pero seguí pagando el seguro hasta que quedé pensionado. Los veteranos que no tienen eso reciben 480 mil pesos de pensión. Pero a mí no me dan nada.
¿Qué opina de que ahora los líderes de las dos Coreas se estrechen la mano y busquen la paz permanente?
A Corea del Norte le gusta la violencia. Vi al gordo (Kim) en el noticiero, saludando al presidente (surcoreano) y dije: están poniendo paños de agua, porque ese muchacho es muy traicionero. No creo que haya paz permanente ahí.
Luis Alfonso Lizcano ahora disfruta de su vejez al lado de su esposa Rita Mayorga, con quien tiene 47 años de matrimonio, seis hijos y unos 40 nietos y bisnietos. Esa figura erguida y fuerte que una vez soportó el peso de un fusil, tormentas en suelo coreano e intensos combates, hoy se ayuda a sostener con un bastón, con el que sale a caminar las calles del barrio Atalaya 3ª Etapa, en donde habita.
Una de las paredes de su casa la convirtió en vitrina de historia, la cual refleja los recuerdos de su experiencia en la Guerra de Corea, cuando Laureano Gómez los “regaló” al conflicto, como dice él. Allí se ven una medalla, fotografías y diplomas. Siempre tiene presente que gracias a su oficio como chofer de la empresa Norgas, en donde estuvo 14 años, pudo sacar a su familia adelante.