“Este es el único día en el que nos gusta que haga sol”, dijo uno de los participantes en la carrera de carros solares de la Unversidad Francisco de Paula Santander (UFPS), mientras aceleraba el paso, en medio del sofoco y la tensión previa a la competencia.
Bajo un cielo sin nubes y 35 grados de temperatura, 30 pequeños carros dependientes del sol calentaban sus paneles mientras los estudiantes alistaban, sudorosos, los comandos para que los vehículos más avanzados respondieran.
En una esquina de la plaza Los Benefactores, algún equipo de la categoría avanzada se desesperaba por las fallas técnicas ocasionadas por la transmisión nula de los datos vía Bluetooth.
Entre tanto, otros jóvenes con modelos básicos corrían detrás de los pequeños carros que salían despedidos al contacto con el suelo, por la intensidad de luz solar.
Luego de una hora de pruebas, tropiezos, jugueteos, y volteretas, la música comenzó a sonar.
Los Hijos del sol, Los Rompedores, La Mafia, entre otros nombres de los equipos ubicaron los vehículos en las livianas pistas de cartón, hechas con pequeños resaltos y hasta una cubierta de polisombra.
Sin embargo, este último tramo hecho para la pista de carros avanzados se convirtió en el caos, así que con tijeras tuvieron que retirar el pequeño techo.
“Ahí quedan parados (el sol no llegaba a los páneles)”, señaló un espectador. “Si tuviera batería, no habría problema”.
Es que una de las condiciones era no tener baterías ni acumuladores de energía; únicamente, motores impulsados por el sol, con el fin de incrementar el reto de diseño y potencia.
Y vaya desafío que tuvieron porque más de un equipo estaba en exámenes y en solo unos días elaboraron los carros, que no superaban el tamaño de un cuaderno, ni los 20 centímetros de altura.
“Nosotros estuvimos una semana dedicados, en pruebas y pruebas, y haciendo cálculos para que funcionara”, dijo María Alejandra Romero, estudiante de Ingeniería Electrónica.
La joven explicó que la elaboración fue “con un carrito de piñata, motores y paneles, que son lo más complicado de conseguir porque no son muy comerciales acá”.
John Alexánder Castro, estudiante de décimo semestre, agregó que en el caso de su equipo, los paneles fueron comprados en Bogotá.
“El ensamblaje duró como cuatro días, y lo más complejo es la programación”, explicó. “Desde el celular se envía una letra al micro-controlador, y este se la envía a los motores, y así funciona, hacia adelante y hacia atrás”.
Sergio Sepúlveda, docente del departamento de Electricidad y Electrónica de la Universidad y organizador del encuentro, explicó que la idea no es la única para aprovechar la energía del constante sol.
“Hemos desarrollado controladores de carga para sistemas fotovoltaicos autónomos, estamos trabajando en algoritmos con inteligencia artificial para predecir la radiación solar en la ciudad, e instalaremos en la universidad árboles solares para cargar los teléfonos móviles”, declaró,
El joven docente se mostró entusiasmado con el proceso de sus estudiantes que, pese a la calentura, participaron en una actividad que trascendió la competencia y fue muestra de compañerismo, además del compromiso con el uso de tecnología limpia, gratuita, renovable y que pronto será de las más utilizadas, debido a la crisis que se avecina, con el calentamiento global.
