A primera vista, para muchos puede resultar un invento, una idea traída de los cabellos o sencillamente un chiste. Para Ramiro Alberto Cárdenas Luna, un venezolano de 28 años que el año pasado llegó a Cúcuta haciéndole el quite a la crisis de su país, esta ha sido la forma de obtener el sustento diario y, de paso, demostrar que el ingenio no tiene límites: un carro de pasteles que se calienta a través de un panel de energía solar.
La sola descripción de su negocio suena rimbombante, excéntrica y hasta desproporcionada. Sin embargo, para este administrador de empresas, oriundo de San Cristóbal y padre de una niña de tres años y medio, quien se ha convertido en su principal motivación, esta es la muestra de que la creatividad existe, que todo es posible y que a las adversidades solo hay que ponerles la mejor cara.
Ramiro es el menor de tres hermanos; hijo de una cucuteña y de un venezolano. Su madre emigró hacia el vecino país hace unos 35 años cuando los de aquí eran los que se iban a probar suerte allá. Ella decidió dejar Colombia en busca de una mejor oportunidad y tras conseguir trabajo como analista de negocios de un banco y conocer a quien se convertiría más adelante en su esposo, echó raíces al otro lado de la frontera.
Su hijo tuvo que hacer lo contrario. A pesar de que vivió y creció en condiciones cómodas y de que se pudo formar como profesional, el panorama económico y social que afronta Venezuela desde hace algunos años y que se agudiza con el paso de los días, lo obligó a salir de su patria y a tomar un rumbo diferente. También lo hicieron sus hermanos.
Uno de ellos emigró a Chile y el otro a Estados Unidos. Él optó por Cúcuta, por ser la ciudad más cercana a San Cristóbal, en donde aún vive su pequeña hija. Aunque intentó mantenerse en su país, trabajando como “pistero” en una terminal de transportes, mientras terminaba la carrera y lograba ubicarse en su terreno profesional, no le fue posible seguir.
La situación cada vez se hacía más difícil y las oportunidades poco a poco se cerraban, por lo que decidió arriesgarse a dejar Venezuela y, al igual que lo hizo su mamá años atrás, (pero en sentido contrario), buscar mejores horizontes en una tierra que no le resulta del todo extraña, puesto que aquí también está parte de su familia.
Sacarle el jugo al calor
Desde niño, Ramiro Alberto Cárdenas siempre se mantuvo entre Venezuela y Colombia, por los vínculos familiares y la histórica relación comercial que han tenido estos dos países.
Por eso, de siempre ha sabido que las condiciones climáticas de Cúcuta en ocasiones tienden a ser inclementes, especialmente para quienes no están acostumbrados a soportar el sofocante calor del mediodía.
Desde noviembre, Ramiro se instaló en la calle 16, entre avenidas 1 y 2, en el centro. $4 millones, puede llegar a costar el sistema de energía solar que lleva el carro. $3 millones cuesta el carro y las modificaciones que le hizo Ramiro para su negocio. (Foto: Mario Franco).
No obstante, para este venezolano, el intenso sol que diariamente cobija a la capital nortesantandereana, más allá de ser un problema, se convirtió en el principal insumo para su idea de negocio y para el proyecto con el que, en un futuro, espera convertirse en un gran empresario.
El tema de la energía solar lo venía inquietado desde hace algún tiempo, al punto que se volvió un “gomoso” del asunto y a través de tutoriales en internet empezó a conocer los alcances de este sistema.
Esto, sumado a la falta de oportunidades a las que se enfrentó cuando llegó a esta zona de frontera y pasó a engrosar la lista de 167.958 venezolanos, entre regulares e irregulares, que hacen presencia en la ciudad y el resto del departamento, lo llevaron a buscarse una forma distinta de ganarse la vida.
“Empecé a buscar trabajo y no me salía nada, a pesar de que también tengo la nacionalidad colombiana por mi mamá. Ni en mi carrera, ni en ningún otro oficio. Ahí fue donde tuve una iluminación divina y pensé en meterme con algo de la energía solar. Me preguntaba mucho por qué aquí con tanto sol no se habían metido con eso. Entonces, empecé a investigar, a investigar y a indagar cómo era ese negocio aquí. Así fue como se me ocurrió la idea de montar un carro de pasteles con un panel solar”, contó Ramiro.
El joven venezolano sabía que ante la falta de trabajo, un carro para la venta ambulante de comida podría funcionar. Sin embargo, él no quería que fuera uno cualquiera. De entrada, le asustaba la idea de que pudiera ser a gas, puesto que indagando con otros vendedores le advirtieron que estos corrían el riesgo de ser decomisados, por el peligro que representan. También le preocupaba la contaminación que puede producir una bombona.
Por eso, con el panorama un poco más claro, se lanzó a la aventura de mezclar estas dos ideas: el carro de pasteles y la energía solar y fue así como surgió Racalu (Ramiro Alberto Cárdenas Luna). Este es el nombre de su pequeña empresa. El propósito era transformar esa radiación que proporcionan los intensos rayos del sol cucuteño, en el calor que necesitaba para calentar su vitrina.
A algunos a los que les contó de su propuesta les pareció descabellada, por los costos que implica un mecanismo como el que proponía (todo el sistema tiene un valor de 4 a 7 millones de pesos). Sin embargo, Ramiro estaba decidido y se la jugó toda por hacer realidad eso que plasmó en el papel.
Sus dos hermanos fueron los principales cómplices de su proyecto, pues fueron quienes le patrocinaron la compra del panel que, según dice, tiene un costo cercano a los $700.000. Con la ayuda de un soldador a quien le iba dando las indicaciones, hizo el montaje del sistema. En noviembre del año pasado se instaló en la avenida 1 con calle 16, y desde entonces, diariamente, a partir de las 6:00 de la mañana, se ubica allí con su mejor sonrisa a ofrecer los: ‘pasteles calientes y algo más con energía solar’, como reza el letrero exhibido a un costado de su negocio, que poco a poco se hace popular en la zona.
Una inversión a largo plazo
Ramiro Alberto sabe que una inversión tan alta como la que implica un panel solar en un negocio de pasteles podría no ser proporcional, pero asegura que gracias a sus conocimientos en administración de empresas y la organización que le ha dado a sus ventas, hace que los resultados se vean.
Asegura que diario vende unos 60 o 70 pasteles y que a cada uno le logra una ganancia de $400, a los que se suman las ventas de las bebidas y los minutos, que también ofrece. Al son de las ventas y ante lo atractivo que resulta su carro para los transeúntes, aprovecha para ofrecerles los paneles y las luminarias con energía solar. Ahí tiene otra entrada.
“La inversión no se va a devolver de un día para otro. Hay que trabajar muy juiciosos y con muchas ganas. Yo tengo mi computadora y llevo en una hoja de Excel las cuentas y así sé cuánto invierto y cuánto me gano diario. Hasta el momento he visto buenos resultados y economía también, porque me estoy ahorrando también los $50.000 mensuales del gas”, contó.
Este venezolano espera que Racalu pueda transformarse en una gran empresa de energías renovables y que poco a poco no solo Cúcuta sino Norte de Santander se sumen a esta iniciativa.
“Yo empecé con este carro, pero quiero tener mi propia empresa únicamente de energía solar. Me gustaría proveer a restaurantes de energía solar para que las cocinas, las neveras, las luces, todo se utilice a partir de los paneles”.
Su anhelo también es poder regresar algún día a su país, cuando la situación sea otra y tenga la oportunidad de ser próspero en la tierra que lo vio crecer. Por ahora, Ramiro espera seguir creciendo con su carro de pasteles en el mismo punto en el que hace seis meses empezó a construir un nuevo proyecto de vida.
Especificaciones:
-Potencia: 285 watts.
-Tensión: 1.280 voltios.
-25 años de vida útil.
-Batería 200 Amperios.
-Capacidad 4 horas de carga.