La mezcla de ritmos y el brillante sonido de trompetas, trombones y saxofones hacen que la gente detenga el paso y lleve el compás con un pie, jugando al desinterés, seducida por las canciones de Billo’s Caracas Boys, o Los Melódicos. Este miércoles en la mañana, en una esquina del parque Santander, Rockola Mix distrae a cucuteños y venezolanos.
Cantan casi a capella, porque falta un parlante más potente para reforzar la voz, pero aún así, la gente tararea las canciones, entre ellas, una que otra de Pastor López, que detiene a un habitante de la calle sin camisa, abrazado a sus cartones y que se carcajea cuando alguien baila, o lo sorprende repitiendo: “golpe con golpe yo pago...”
José Gregorio Dávila es el líder del sexteto de profesionales, con 15 días de conformación, pero más tiempo en Colombia.
Afirman que en Cúcuta “hemos hecho más que en otras partes”, en parte por la “promoción en vivo” que hacen en la calle para atraer clientes, que les piden datos para tocar en eventos.
Hacia la calle 10 entre avenidas 4 y 5 está Song de al lado, con siete músicos de excelente nivel, llamativos, por sus camisas coloridas, que también se mueven entre la calle y las fiestas privadas.
Pese al incidente que tuvieron esta semana con Migración, que los pescó en su esquina y los llevó a Ureña para expulsarlos por falta de permiso de trabajo, Eduardo Pinto, director, afirma que el entorno es favorable.
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Daniel Aponte, percusionista, asegura que Cúcuta se convirtió en un “arbolito bajo la lluvia”, para resguardarse de la salida del país, y dice que se amañó “por todo lo que nos han aportado”.
María Fernanda Quintero, también percusionista y única mujer, enfatiza en que trabajar como músico permite demostrar “que los venezolanos no somos como nos pintan”, y aunque no están aquí para enriquecerse, sí se llenan con la cadencia de la migración, más armónica, y con aplausos “que son lo mejor que me llevo de acá”.